La
crisis tiene rostro de mujer. Los recortes sociales que se aplican en
los ámbitos asistenciales, médicos, culturales y de asesoría
jurídica agudizan aún más la desigualdad entre hombres y mujeres e
inciden en acentuar un peligrosísimo retroceso en los derechos
conseguidos por las mujeres durante las últimas décadas de lucha
feminista. Prueba
de ello es la retirada de subvenciones a Organizaciones de Mujeres
que provocan además el cierre de Centros de Acogida para las MujeresVíctimas de Violencia,
Centros Municipales de Atención a las Mujeres, Bibliotecas de
Mujeres, Institutos de la Mujer, Asesorías Jurídicas, Centros de
Orientación, etc.
Que
ámbitos como el asistencial y el de cuidados sean privatizados y no
sean considerados un derecho social que el Estado debe garantizar,
redunda en la merma de autonomía y libertad de las mujeres. Y ello
provoca un efecto de “vuelta al hogar”, en el que se observa cómo
aún no existe una auténtica corresponsabilidad entre hombres y
mujeres, considerándose socialmente a las mujeres como los sujetos
elegidos para desempeñar estas tareas.
Si
el Estado se desentiende y el sector privado aprovecha para lucrarse
en un nuevo nicho de mercado con facturas que sólo podrán
permitirse pagar unos pocos, la lucha de las mujeres debe ponerse de
nuevo en pie de guerra para defender nuestra autonomía y exigir una
socialización de los cuidados y de las tareas asistenciales.

Es
cierto que algunos nos hacen cree que la desigualdad de géneros es
cada vez menor. Es cierto que las familias se ven obligadas, cada vez
más, a buscar nuevas fuentes de ingresos, por lo que se da la
entrada al mercado laboral de mujeres mayores de 55 años; pero al
mismo tiempo, las responsabilidades se trasladan hacia trabajos de
cuidados invisibles que llevan a cabo las mujeres sin remuneración.
Por otra parte, desde el comienzo de la crisis
se ha insistido en mostrar cómo el aumento de personas paradas se
daba sobre todo en el género masculino y que, en el caso de que se diese un incremento del desempleo en
mujeres, esto se debe a la disminución de las mujeres inactivas.
Tener que elegir entre no poder trabajar o trabajar en condiciones de precariedad absoluta es un chantaje que no aceptamos: la entrada masiva de las mujeres en el mercado laboral de la que se enorgullecen los partidos del régimen y las voces del feminismo institucional tiene que ver con que somos las mujeres las que tenemos que aceptar los trabajos temporales y precarios. Ya en 2008, el 80% de los contratos temporales eran ocupados por mujeres, y durante los últimos años, la brecha no ha hecho más que aumentar. A esto se suma el hecho de que el salario de las mujereses casi un 40% inferior al de los hombres por el mismo trabajo, una diferencia que se acentúa en el sector privado, donde incluso se reduce a la mitad.
Como
vemos, la feminización del mercado laboral es un descenso en
derechos laborales y sociales. Una precariedad feminizada que,
durante los últimos años, se ha trasladado, en parte, al conjunto
del mercado laboral. Pero aun así, seguimos siendo nosotras las que
componemos ese gran porcentaje del trabajo temporal y sueldos
insultantes. Por todo ello, es momento de gritar: “Estamos hasta
los ovarios de los contratos precarios”.
La
más que posible contrarreforma de la ley del aborto por parte del
Gobierno del PP pretende infantilizar nuevamente a las mujeres, negándoles su
derecho a decidir libremente y otorgando éste en cambio, a los
médicos y jueces, a quienes se les devuelve el poder para controlar
el cuerpo de las mujeres y tomar decisiones que les son completamente
ajenas . Nosotras reivindicamos un aborto libre y gratuito. Las
mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo.
Además, el retroceso en este derecho (si ya la ley anterior no era
suficiente) agranda las desigualdades sociales, perpetuándolas entre
aquellas personas que se puedan costear la interrupción del embarazo
y las que no.

¡Abajo el R€gimen patriarcal!