27 de abril de 2012

Reflexiones sobre la Reforma Laboral (VI). Epílogo: Para ti que eres joven

Por Ignacio Martín Pina (@ignaciompina) (Abogado del Equipo Legal de JSF y miembro del Colectivo 1984)

Las reflexiones que hemos realizado sobre la reforma del mundo del trabajo realizadas por el Gobierno se han hecho de manera general. Este epílogo pretende ser un acercamiento sobre las consecuencias jurídico-políticas para el sector de la población más precarizado (con permiso de las mujeres, cuya precariedad vital va más allá del sistema productivo y se inserta en las relaciones de cuidados y en la estructura heteropatriarcal de la sociedad), las jóvenes. Esto lo considero necesario, dado que esta agresión general al conjunto de las trabajadoras, en algunos espacios se ha visto o se ha hecho ver, como un golpe a la vieja economía; un golpe que permitirá mayor “seguridad” a aquellos que no disponían de derechos.

Los sindicatos, con su énfasis sobre las nuevas condiciones del despido, alimentan esta visión que divide a las trabajadoras entre aquellas que disponen de derechos y aquellas que viven en la precariedad (a las cuales el despido no se les aplica normalmente). La intención que tengo con estás líneas es la de señalar cómo esta reforma (que ya hemos visto que será un golpe frontal contra los derechos generales de las trabajadoras) deja al precariado en una peor situación y nos permite empezar a dibujar como serán sus futuros pasos.

Para ello, debemos romper con la visión que contrapone mercado de trabajo estructurado (puesto fijo, salario digno, poca movilidad) contra trabajo precario (puesto temporal, inseguridad salarial, gran movilidad). Con esto no digo que ambas categorías sean lo mismo, que desde luego no lo son, si no que no están enfrentadas, como el neoliberalismo desea que se vea. Esto no es un conflicto entre privilegiadas y precarias, es un conflicto entre el 1% y el 99% restante, un conflicto que se desarrolla en el espacio laboral pero también en el espacio social.


El mercado laboral es una red densa de relaciones entre diferentes actores y todo ello, como sistema en red, está relacionado. En este sentido la trasformación del mercado de trabajo que está desarrollándose en el área euromediterránea es una continuación de la operada en centroeuropa durante el inicio de siglo y, ésta, opera como reflejo de un nuevo paradigma productivo, el posfordismo, basado en el trabajo intelectual (entendiendo éste como el que se realiza mediante la manipulación/ producción de signos, lenguajes y códigos) y afectivo (entendiendo éste como todo el que comprende actuaciones de cuidados, en el caso español con mucha fuerza el sector turístico). Estas trasformaciones hemos visto que en Alemania han funcionado de forma diversa, según pongamos el foco: para los poderosos (ese 1%) que ha construido un modelo que continua su crecimiento y mantiene sus beneficios; y para la mayoría de las alemanas que han visto aumentadas las desigualdades económicas y sufren un modelo en el que deben aceptar subempleos, con el consiguiente subsalario.

La reforma laboral española, en este sentido, la primera consecuencia que tiene es que traspasa una gran cantidad de trabajadoras del modelo estructurado al modelo precario. La eliminación de los mecanismos de control estatal y el aumento de causas de modificación del contrato de trabajo y el convenio colectivo sume a las trabajadoras en un nuevo escenario de incertidumbre y de inseguridad en el empleo. El acuerdo social de la transición está definitivamente muerto (tras varias estocadas realizadas por ambos partidos del R€gimen) y las relaciones capital-trabajo oficialmente desreguladas. Desde aquí se abrirá un ciclo de redefinición de las fuerzas productivas y sociales entorno a la precarización del trabajo fordista (ese al que me he referido como estructurado).

Esta reforma considero que tiene dos formas (lógicas) de analizarse, desde una perspectiva que parte del pasado y reseña todas las cosas perdidas (este era un poco el mecanismo de los capítulos que hemos ido publicando); o desde la precariedad, observando que modelo se tiende a establecer y, por ende, cuáles son las tendencias de conflicto sobre el mundo del trabajo a partir de ahora. Como ya he dicho, estas dos lecturas, no se contraponen de forma inmediata. Sólo se contraponen desde visiones cerradas de las mismas, esas que representan que el trabajo sólo cuenta si es productivo (en el sentido material) o que debemos aceptar toda novedad (pese a que esto nos sitúe en un punto cercano al neofeudalismo). El mundo estructurado del trabajo, representado por los sindicatos, y el mundo de la precariedad laboral, aun ni siquiera representado pero con movimientos sobre el mismo, deben establecer una relación dialógica en la que cumplir con la historia y establecer los nuevos dispositivos de conflicto en el mundo del trabajo durante este pasaje epocal entre fordismo y postfordismo.


Desde el punto de vista del precariado, esta reforma es una descarga sobre todos los sectores desregulados y un aumento de la inseguridad, directa e indirectamente.

Directamente vemos cómo las nuevas formas de contratación creadas (contrato de apoyo a los emprendedores, contrato de formación y aprendizaje y contrato a tiempo parcial con horas extras) se dirigen a legalizar prácticas de la precariedad.


Observamos cómo desde ahora toda modificación de las condiciones de trabajo, incluido el salario, dejan de ser algo complicado de hacer; lo cual formaliza, lo que las estudiosas en la precariedad venían anunciando, la ruptura del nexo contractual en el trabajo como fuente de seguridad (es decir que la trabajadora sabía que mientras disponía de trabajo bajo contrato las condiciones eran cuanto menos claras).

La eliminación de las categorías profesionales crean un modelo de movilidad funcional absoluta, que de nuevo formaliza lo mil veces repetido, de trabajadoras preparadas para cualquier punto de la producción sin que ello se vea reflejado en las condiciones salariales y por tanto en la estructuración de la vida. Además vemos cómo las ETTs, instituciones que despertaron los discursos sobre precariedad en nuestro país, adquieren una importancia fundamental en la colocación dentro del mercado de trabajo, prometiendo, sin decirlo, mayor temporalidad y menores garantías en el desempeño de las funciones dentro del empleo.

Pero es quizá en sus efectos indirectos donde se ve la impronta del cambio de paradigma. La primera de las medidas, en este sentido, es la respectiva a la formación. La medida estrella para las trabajadoras del siglo XXI es la determinación de la formación como derecho individual. Esto nos sumerge de lleno en el nuevo paradigma en el que, como vimos, el trabajo intelectual es una constante , no sólo en los sectores más creativos si no prácticamente en todos los ámbitos de la vida, dado que la producción se encuentra disuelta por todo el campo social (el concepto trend topic como objetivo de cualquier empresa que lanza al mercado un nuevo servicio/producto se construye entre todas y por tanto todas ayudamos en la producción de los mecanismos de publicidad de la marca; y así miles de ejemplos).

La unión operada en la reforma entre formación y mercado de trabajo es un intento de subordinar todos los conocimientos al mundo de lo productivo-formal, pues en lo productivo-social estos conocimientos operan de manera salvaje e incontrolable (las redes P2P como ejemplo). Actúa de la misma forma que la reforma universitaria europea, que continúa (desde la declaración de Bolonia el 1999 y ahora con la agenda universidad 2015) tratando de subordinar la inteligencia colectiva a criterios mercantiles y productivos, las nuevas medidas formativas en el mundo del trabajo tratan de sustraer de los sindicatos (en el trabajo estructurado) y de la sociedad (trabajo precario) estas funciones de formación.


El segundo efecto se deriva de la reforma laboral prácticamente en su conjunto pero básicamente pivotará en los ejes Contrato-Negociación colectiva-Despido barato. Estás medidas las considero indirectas para el precariado, pues este sector, ya trabaja sin seguridad (en negro o temporalidad absoluta), no se ve representado en las mesas de la negociación colectiva y su despido se mueve entre ser barato o invisible (no reclamado).


La importancia de la reforma es que modifica la división en el mercado de trabajo, pasándola de precarias y fijas, a la determinada por pequeña y gran empresa (recordando el dato que la pequeña empresa representa al 99'23% de las empresas españolas, según datos del propio gobierno). Esta división nos plantea un modelo de pequeña empresa mayoritario y marcado por una alta movilidad funcional (y siempre con el objetivo de los empresarios de que esta sea también geográfica -vía Laponia-, pero sin invertir en infraestructuras de movilidad más allá del AVE y los aeropuertos vacíos), con un modelo de negociación colectiva muy apegado a la realidad local (empresarial) favoreciendo de igual manera experiencias de alta conflictualidad o de clientelismo; y con el contrato como herramienta temporal (dada la necesidad continua de buscar “algo mejor”) y no como historia laboral (la tendencia anterior de crecimiento profesional dentro de la empresa).

Considero que estas son las coordenadas en las que deberá moverse cualquiera que busque realizar un trabajo político entorno al precariado, para aquellas que deseen actuar desde la radicalidad pero con alcance conflictual de masas. Creo que los proyectos de Juventud Sin Futuro, así como las principales expresiones del movimiento 15M, deben partir del debate-acción sobre las realidades de las precarias en la crisis y que este, desde el primer momento, deberá afrontar su relación con ese otro mundo laboral que, lejos de ser antagónico al nuestro, puede ser nuestro mayor aliado.

Tenemos que entender que los cambios históricos nunca son completos ni inmediatos. Al igual que las fábricas no vaciaron los campos si no que les cambiaron su rol productivo, las metrópolis no estarán aisladas del trabajo material. Por ello creo que la alianza estudiantil-precaria con los sindicatos (habrá qué determinar que sindicatos y qué alianzas) se ha de asimilar más a la unión “obreras y campesinas” que al rol pasivo del 68 entre “obreras y estudiantes”. Esta debe ser una alianza con un objetivo político construido en la lucha de una manera común

Por todo ello, esperamos que las horas dedicadas al estudio de la reforma y los textos resultantes de dicho estudio sirvan para poner un grano de arena en esta estructuración necesaria de la lucha sobre el campo laboral y sobre la sociedad en la que vivimos.